No tengas el más mínimo
cargo de conciencia.
Resulta algo difícil entender
a la gente.
Será tal vez porque
no soy un ser inteligente.
Me he prometido aceptaciones.
Haré todo lo posible
por cumplir lo que he prometido,
y al mismo tiempo,
lo que me prometí.
No tengas cargos por mis palabras.
Pero no puedo con mi forma
de sentir y expresar.
Nunca trato de ofender.
Lo que sí sé es que siento
por la gente muchos sentimientos,
y los expreso.
No puedo evitar mi expresar.
Muchas veces me siento como en una celda.
Pero como a los delincuentes,
al menos en mi país, entro
por una puerta y salgo por la otra.
No te asustes, no soy un delincuente.
Soy un ser que entrega amistad y solidaridad.
Pero... cuánto ha de costarte
acompañarme de vez en cuando,
porque no lo haces, es evidente.
Con la más absoluta calma,
te digo, no tengas cargos de conciencia.
No destruyes ni mi alma ni mi sentir.
No soy un caramelo ni un chocolate.
Tampoco quiero decirte
que soy un cascarrabias.
No voy a continuar
diciéndote nada más.
No es mi intención incomodarte.
Soy una persona que trato
de entregar solidaridad y sentimientos
a los seres que aprecio y quiero.
No estás exceptuado,
estás en mis sentimientos
amistosos y te tengo presente
porque vales, y mucho.
Sólo te repito que no tengas cargos.
Acepto tu ausencia,
pero de vez en cuando,
me agradaría tu presencia.
Es un sentimiento más allá del alma,
para completar, para ampliar
este círculo de poetas unidos,
con nuestros poemas,
y con nuestro estrechamiento de manos.
Derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto - 03/11/2013)