Mi pensamiento y mi memoria son aves
de plumaje autumnal y de eclipse,
negros azores condenados
a volar sin parar jamas
ni a tocar la tierra hecha para los hombres
que cosechan sus vidas de polvo y de estrellas,
condenados a amar y a nunca rendirse.
Mi memoria, ave nival de lejano vuelo
de espolón afilado, rapaz y tormenta del cielo,
su vuelo es ajeno a mi, ¡su propio pecho!.
Se da la vida cayendo con violencia
junto al rayo golpeando con las garras
los arboles secos del recuerdo
¡despertando en sus ramas
el fuego del olvido y el añejamiento!.
Mi pensamiento, ave y serpiente marina,
amante como Icaro
de las olas y la brisa de sal
que corroen sus plumas,
amante de las olas del sol que derriten
la cera de sus alas,
su vuelo es ajeno a mi, su propio pecho
y mi alma que por ellas yo perdí
buscan ambas con total indiferencia
al encuentro o al desprendimiento.
Mi mente se dio alas
y me abandone a la condena del vuelo,
del viaje sin regreso y a la cruz de mi memoria
y mi propio pensamiento.