Tal parece que el mar se detiene en la puerta
auscultando silencios, del farallón dormido.
Marcado por el abismo se muerde los consuelos
dejando que la historia responda por el mismo.
Espera que la noche derrame sus estrellas
y en la hondura de llanto se levanta siniestra
su ronda de espejismos hasta que ya amanece
y de lejos divisa, con el rayo violeta
que acorta la distancia, una vieja goleta.
Se crece en la esperanza y muestra su cabeza
e invita a las gaviotas a volar sobre ella
Confirmada costumbre por el adiós que espera.
Y allí se queda solo sintiendo en cada grieta
la sal que lo consume, la ola que lo besa