Vivo añorando ser parte del espacio que te envuelve.
Deseando ser la luz que roza tu piel y esa lágrima que muere en tu boca.
Consuelo nocturno, el besar tu frente o dormir enredándome en tu cuerpo.
Despertar con tus manos recorriendo mi espalda, o sentir tu aliento en mi cuello.
No borrar jamás, las huellas que de ti quedan en mí.
Que te pierdas en cada latido que mi corazón da, y aprendas a estremecerte con mis suspiros.
Pronunciar tu nombre para fallecer en el éxtasis, que consume mi deseo y apagar así, el fuego pecaminoso, que se enciende en mi mente, con tan solo escuchar tu voz.
Se marchitan las palabras, con las caricias que da tu alma a la mía.
Amanezco perdida en tu aroma, y así deseo permanecer; bendito pecado, éste que me agobia y consume.
Sonreírte, verte a los ojos, buscar tu complicidad, para comenzar todo nuevamente.
Se repiten las caricias, las manos temblorosas recorriendo tu cuerpo y el mío. El aliento agitado, mezclándose con el poco aire que se cuela entre los espacios, que quedan entre tu piel y la mía. Casi no se percibe donde terminas tú y comienzo yo.
Se transforman en una, nuestras miradas, una, las lenguas al besarse, una, la boca sin lograr pronunciar palabra. Y una, la respiración.
Extasiados convulsionamos, entre carcajadas y respiraciones agitadas. Agotados finalmente, se entrelazan nuestros brazos para continuar soñando. Y en ese sueño, continúo amándote una vez más.