En la hacienda se hacían los preparativos para el bautizo del pequeño Juan. Un cerdito que se engordaba para la navidad fue sacrificado para celebrar la ocasión. A Isabel le encargaron el bordado del faldón y el párroco de la iglesia reservó el día para realizar el bautizo luego de la misa de las diez. El hermano mayor de Elena quien vivía en la capital y que ya había procreado tres hijos con su esposa Amalia se ofreció para ser el padrino, Elena se opuso. La razón radicaba en que fue José su hermano el que hizo los arreglos de su matrimonio, no quería que una vez más influyera en las decisiones de su vida. Emilio, buscó entre sus amistades y compañeros de galladas, fue así como don Arturo y doña María apadrinaron al niño.
Al bautizo asistieron los hermanos y las hermanas de Elena, entre ellos se destacaba Gilberto, un joven muy inquieto que gustaba de los juegos de azar, la cacería y las aventuras. Cuando Isabel la preciosa extranjera llegó a dejar el ajuar para el bautizo cruzó miradas con Beto, que así le llamaba Elena y se flecharon uno al otro a tal grado que luego de la fiesta ya pensaban en casarse. El hermano de Elena se marchó por algunos días dejando ilusionada a la joven bordadora pero con la esperanza de su regreso; él debía realizar los arreglos correspondientes para terminar un trabajo que tenía muy lejos del pueblo de “La Fortuna”. En ese lapso de tiempo Elena debía convencer a su esposo para que le vendiera un terrenito al lado de la hacienda, de esa manera ella estaría protegida por el lado derecho por sus padres y del lado izquierdo por su hermano más querido.
Emilio accedió al pedido de Elena, ella le comunica a su hermano la buena noticia y Beto toma por esposa a Isabel. La pareja como era tan inquieta, se perdía durante varios días en busca de animales silvestres, eran hábiles cazadores. A Isabel le agradaba mucho ir por los inhóspitos caminos y cerros atrapando animalitos y comiendo de las frutas que el campo proporcionaba. Pero un día se dio cuenta que cazar las madres recién paridas o iguanas cargadas de huevos dejaba indefensos a muchos animales y juró defenderlos de otros depredadores. Así que solamente tomarían lo necesario para comer y cuidarían del entorno para permitir la reproducción de tanta especie que habitaba por esos rumbos agrestes. Beto se dedicó a la albañilería y su aventurera existencia empezó a cambiar desde el momento en que Isabel le creó la conciencia de tomar con medida las bondades de la naturaleza.
Beto se levantaba muy temprano para iniciar sus labores, preparando el barro para elaborar los adobes o bien separando las tejas recién moldeadas para ponerlas a secar al sol. Su trabajo era bien apreciado porque la calidad del producto era insuperable. La pareja se acoplaba bien, ella con sus bordados y Beto buscando el barro adecuado para sus adobes. De vez en cuando se escapaban al monte para cazar alguna iguana y saborear sus huevos asados al comal que compartían con Elena, ella a cambio les proporcionaba mantequilla fresca y queso añejo. Sabía que algunas veces Beto no llevaba suficiente a casa y por ello Elena los apoyaba, además quería tanto a su hermano, él era el único que le hacía sonreír porque a pesar de estar viviendo una vida cómoda,...aún se notaba en sus ojos cierta tristeza.
Continurá...