Vestida la noche con su manto de gris,
palidece el tinte del jardín como flor de lis,
ha muerto el día como eternas hojas secas,
en el sereno mecido por el viento, de mi te alejas,
y en la víspera de la noche siento que me besas.
Ha sido el arrullo como cuna de infante,
el ruido nocturno no parece distante,
tendidas las estrellas en el cielo,
como el brillo infinito de tu pelo,
sentir el soneto de la medianoche,
tan melódico, sinfónico y sosegado,
la brisa tímida me ha enamorado,
recuerdo que mi corazón te has llevado.
El sereno, la brisa, el ruido oscurecido
como notas secretas de una sinfonía,
he grabado la voz de tus labios en el día,
ese susurro es la voz del soneto de la medianoche,
se ha mezclado en la orquesta natural de la noche,
ha llegado el desvelo a entretener a mi oído,
la madrugada intranquila me ha dormido.
Le he robado esos ojos a la luna,
he llegado a dormir entre su cuna,
he vestido a mi sombra con los luceros,
he vuelto a extrañarla en días enteros
como si la medianoche cantara en el alba,
como si guardara ese soneto en mi aljaba.
Mi cama aferrada a la ventana,
no es más que una escena vana,
sin mirar al firmamento anochecido;
el soneto ha llegado como un perseguido,
sabe que aun he deseado una canción,
que me inspire y me llene de pasión,
cada sonido es único a mi sentido,
tu reflejo en mi alma siempre ha vivido,
esa melodía como arreglo magistral;
me ha dejado perplejo en su ritmo nupcial.