Un jirón de agua se posa ante mí,
su cuerpo blanco se desgarra,
se cuela como niebla o
como una góndola desolada,
como un aire impregnado olvida
sus secretos
y brota cual fresco viento,
es el amor que en loco traje de frecuente
jardín, hace pensar a este poeta.
Es constante tu sol donde pasas,
tu rumbo alarga mis brazos,
mi cielo es una cesta de hojas
que acaba en los ríos de tu mano,
me miras, te miro, te extraño y no lo sabes,
¡no te lo digo!, ¡tú eres lo que imagino!,
el extendido árbol de mis silencios,
las palabras que caen de cada relámpago,
el desierto que ha sido poblado de alas.
Las fábulas me hablan de ti,
de esa fruta que se niega a desprenderse si no
la acaricias, de esas flores que aprenden de
las tardes cuando tú te caes desnuda sobre el vergel,
de esa adolescente que fuiste ayer y de la
niña que eres hoy,
que disfruta del amor sin necesidad de reconocerlo,
que toma a cada suspiro y lo invita a bailar,
que de cada palabra hace una cascada y
de un verso, una paloma que da vueltas y vueltas
y más vueltas y así siempre igual.
Mi primer pensamiento en ti es una mirada,
un quieto paisaje que observa tu boca,
unos labios que aguardan jarrones de besos
precipitados por ti, o cómplices silencios,
oyendo incluso como deslizan tus ropas por el suelo,
escalando un templo de deseos
o como el agua,
que brota cual fresco viento,
de cuerpo blanco y te desgarra.
Es así, tu amor y mi amor son amantes,
amantes que dicen no encontrarse y sin embargo se adentran,
se atrapan, se enamoran, se esposan, se dejan,
y después de nuevo el amor como una silueta
que se asoma por la esquina,
mientras el agua corre sin preguntar si es amable,
simplemente corre porque así avanza,
deliberadamente y desprejuiciada,
así sabe tu amor,
un sueño libre que cada tarde está dispuesto a embestirme.
T de S
MRGC
Namaste