RICARDO ALVAREZ

EL ESPEJO

 

Es el vidrio mortal

de la noche que me mira

con ojos de secuestro,

me examina con fría mirada

y  siento la piel polarizada.

Celebra la pintura

del reloj doblado de Dali.

Del alba al ocaso proyecta

el trajín diario como lento derrumbe

de guijarros que habitan en mí.

 

Con inapelable crueldad observa…

Tiene el mirar obcecado

de un tenaz guerrero espartano,

en lo profundo de su océano cristalino

resalta el afán de la imagen impía

cual una verduga valkiria ebria

 evidencia mi copa de vino.

 

Hay niebla y tinieblas en el.

Fantasmas de misterio y

secretos no divulgados.

Su pródiga memoria tiene muecas,

rostros, llantos y  risas,

bullicio de siglos y

preguntas que no ha exonerado.

 

Es mago conocedor de los ocultos

pesares humanos

y en la intimidad

duplica su traición,

me muestra un abatido humano

en su lago de muro altivo.

 

 De su horror admiro

la impía crueldad de la imagen.

De el odio

el ojo corsario con que mira

y la imagen nefasta que devuelve.

 

Con la piel caída y doliente

exhibe mis órganos decadentes.

Las ojeras enarcadas

del negro constante.

El arte impenetrable.

es su propio dominio

Recuerda el tiempo de la tersura y

       manifiesta caídas arrugas que no son

suyas, sino mías.

 

Al alba tiene rostro afable

y en el ámbito nocturno

                                    refracta pétalos de rosas partidas

y esas fracturas

son mis propias fatigas.

 

 

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