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241. LA NIÑA, EL PERRO Y EL JOVEN

[Piendamó, Colombia]

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Dos carbones incrustados en un pequeño rostro asustado.

Un par de dientes despistados tras sus labios delicados

escondidos han quedado y los demás en mal estado.

Un lacio cabello escaso del más profundo azabache

da caricias a su espalda, cara y frente

donde la melaza, fascinante colorido a su piel vierte.

Un par de piececitos delicados en sendas botas

color de noche encauchadas se encuentran protegidos

de las inclemencias del clima donde el barro domina...

Un par de la decena de pequeños lánguidos deditos

atrapan repetidamente un imaginario punto en el infinito.

Un infante cuerpecito, corre, vibra y danza

desde la inocencia que florece en la niña campesina

que escasamente merece un sitio en la existencia humana.

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Un par de avellanas expresivas de suplicante tristeza

miran mi rostro insistente como clamando caricias.

Su cuerpo desnutrido lleva marcas de costillas a los lados.

Su andar pesado muestra un ritmo en el caramelo afelpado

de estar mal alimentado... Su cola bate a lado y lado

como aceptando ser liderado por un humano agraciado.

Con paso lento se acerca... quizá esperando migajas

del suculento desayuno que en mi plato

humea con tentación fascinante de olorores atrayentes,

pero lo echan cruelmente de mi lado sin darle oportunidad alguna

a la fragil dignidad animal, que sucumbe irremediablemente

ante imposición que violenta desde la arremetida humana.

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Un rostro de expresión que no logro descifrar,

saluda tímidamente, con huidizo mirar

de oscuridad tan profunda que es envidia

de aquella noche sin luna, sin estrellas

y sin esperanza alguna, con desconfiar apesadumbrado.

De estatura más alta de lo normal y delgadez esmerada,

parece una percha cargada con la ropa desgastada

por el trajín laboral sin otra muda que le permita descansar…

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Mientras la mañana despunta, rodeada de espesos nubarrones,

que acunan el sol dormilones y tímidamente se estremece

buscando un roto encontrar para mostrar su sonrisa

a cada árbol que bese, a cada flor que acaricie

a cada camino logrado, a cada alma que mime,

a la niña de escondida dulzura, a aquel perruno

con su aspecto desdichado de lánguido sabueso acosado;

al joven como estatua matutina quien quizá no olfatea un buen destino

en aquella tierra donde hurtan mozos para la lucha que ellos ni yo…

logramos interpretar….  y mucho menos justificar…

Como si la miseria, el hambre y la pobreza

ya no fueran suficiente desgarre para abatir el alma

tambien ha de sacrificar la compañía familiar

y cambiarla por un morral y un arma mortal…

sin alternativa para escoger ni oportunidad de negarse

porque... simplemente... es sometido a ciegamente obedecer...

sin ningún derecho a desear y menos para pensar...

por unos que llaman Guerrilla, otros Mi General;

unos que piden Justicia, otros que son Justicieros;

en medio de todos ellos, la labor de arduas jornadas,

sin tiempo para descansar con un salario “integral”

quien en nula posibilidad es destinado

a fallecer tempranamente de causa in-moral o in-material...

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Todo esto se llama normal...y es el supuesto regalo

de la llamada ¡Libertad! que del \"Tirano Extranjero\"

al pais ha liberado hace casi 200... aunque solo se ve

que de \"Tirano\" se ha cambiado quedando sin lugar a debate:  

la castrante Dependencia Interna: mal llamada \"In-Dependencia\"...

y sé bien que no basta el lamentar… pero igual, tampoco lo hace el callar

o ignorar nuestra cruda realidad y aumentar la indeferencia sin traer a colación

aunque sea para compartir el dolor que desgarra el alma...

que solo se abate impotente... en el silencio que abruma inclemente...

por la vociferación del más acaudalado con \"justiciera acorralada\".

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