Desnudo de mis ropajes,
que me ha arrancado el otoño,
voy abrazando este frío,
asumiendo soledades.
Mis ramas aún están húmedas
con las lágrimas del tiempo
y en los cielos aún titila
la estrella de los recuerdos,
como chantaje constante,
removiendo sentimientos.
He arriado la bandera,
vencido por fuertes vientos
y en mi mástil sólo ondea
el tatuaje de unos versos,
versos heridos sin sangre…
sólo palabras y sueños
de promesas incumplidas
por la ausencia del deseo.
Yo seguiré mi camino,
navegando y escribiendo,
sin estrellas que me alumbren,
ni me indiquen mi destierro.
Yo quiero saber llegar
a la costa de lo eterno,
donde colgar mis ropajes,
hechos tan sólo de verbos,
donde el valor de las cosas
permanezca siempre íntegro,
sin caprichos ni motivos,
producto de los momentos,
en que el hombre sólo es hombre
hecho de barro y defectos.
Andrés María Contel
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