Silencio es palabra que arde en mi piel. Sé de sus medidas, sé de sus espacios, sé cómo aprisiona esta mudez.
Te he cercado en los espacios de mis gritos silenciosos, te he sondeado con manos apretadas y vacías.
Por largas noches he sufrido la fiebre desértica, la aridez del instante, la lluvia de mariposas, como ceniza candente, nubes rojizas como de humo.
Por largas noches he contemplado tu torso de arquero, tendido de espaldas sobre la bruma de mis rutas.
Te he visto como a un ciervo que viene corriendo por el bosque hacia mi puerta.
Y al despuntar el alba, el mar de mis constelaciones sólo me ha dejado el silencio de la arena, el silencio que habla de tu ausencia, el silencio que revienta mi pecho.
Silencio es palabra que arde en mi piel.