Arráncale de mí, que yo no puedo,
que no resisto llevarlo un día más en el alma,
que me destruye saber que aun le anhelo,
que mi corazón se desgarra al pensar que le perdí,
que sin él no alumbra el sol ni calienta el fuego.
Arráncale de mí, que yo no puedo,
que no existe ilusión en mis mañanas,
que no hay alivio en mi maldito y frio invierno,
que se desgarra mi vida al saber que se marchó
que sin él no existen blanca luna ni luceros.
Arráncale de mí, que yo no puedo,
sólo tú, que sabes de mi pasión infinita,
y de mis ocultos y prohibidos deseos.
Solo tú, que abrigaste el dolor de mi corazón,
podrás aliviar el vacio que dejó en mi pecho.
Ayúdame, amigo mío, por favor,
fúndete conmigo como en tus sueños,
borra aquel pasado con tú prohibida pasión,
llévame donde el placer me arranque su recuerdo,
donde logre sentir por ti lo que por él aun siento.
Ado
4-11-13