siguen pasando los dias atados a los almanaques,
viendo el sol lejos de mi tierra,
sin orquídeas ni bambucos y sin llevar
en mi mano el fruto de la esperanza
que guardo en mi pecho por verte verde
y colorida para ser siempre maduro a tus plantas.
Añoro ver correr el cauce del rio manso a los pies
del valle y el olor a caña esparcirse por todas partes,
se me parte el alma por recuerdos de mi niñez
cuando andaba por las calles polvorientas
y sedientas de pasos que como los mios sabían
el aroma de ser imberbe y buscaba en cada amigo
la cordura que otros no tienen u olvidaron
inmersos en su ambición.
Es viernes de un mes tan lejano como mis recuerdos,
adentrado en otro año que se lleva mi patria sin brillo
ni mi pupila en su piel de titán que llevo asida
a mi ansiedad por respirar su aire de flores y alegría,
entre sus manos de montañas y su sangre de héroes
que deambulan por ese imperio que no he vuelto a ver.
Soy un extraño para todos y un vacío en mi lugar
me dicta volver, que ocupo un sitio prestado
que pronto me han de pedir,
que allá mi poncho y mi sombrero esperan por el calor
de mis huesos y mi voz grita por mis palabras,
por que dejé más que recuerdos, mucho más que eso,
dejé presas mis ilusiones por ser indio genuino
y no este prestado mimo que se ríe de mi
y mi cobardía por ovidar la estirpe que represento,
aquel sentimiento sí lo llevo conmigo para izarlo
en el mundo y que él sepa que COLOMBIA es más
que más, mucho más que orgullo por su suelo
y valentía, que su orígen es puro como su nombre.
Acá me escuchan un sanjuanero y saben de mi campo,
un tres, una guaneña, una polka, un abozao
o un pasillo y se ríen de mi tercermundismo,
pero yo levanto el volumen para que oigan el tiple
y la marrana o el chucho y la tambora, para que sepan
qué es una flauta de millo hamacando una cumbia
y que caten el pacífico atravez de un clarinete y una marimba.
Y les pongo un galerón para que sepan de arpa y maraca,
de un cuatro que llora y me acuerde del zapateo con cotizas
y el sentimiento llanero que abarca la vida misma.
Y cuando me llena la ira por su estupidez, les canto
un vallenato como el mismo Diomedes para que se traguen
su envidia y vibren al son de una caja y un acordeón
para que sepan que BONITA, no es sólo una mujer,
BONITA es mi tierra, esa tierra que es más que un país violento,
es un edén lleno de folklore donde la guasca es un ritmo
que no han disfrutado como yo, que llevo los frutos de mi pueblo
en ésta ansiedad de ver nacer el sol denuevo a sus piés en un cercano
calendario, para sentir un día lleno de la alegría que se me quedó
allá entre la cordillera y su verde.
Hay algo que a diario en mi oración le pido a Dios
y es que a su llamado esté en mi parcela, en el vientre
terreno que evoco, siendo el abono para su miés
y no un desconocido en un mundo que no es el mio.