Es el sur. Sí, acá donde
me planto para decir
o pensar, mientras vigilo
por la celosía a esos merodeadores
que vienen de otros barrios
o de algún país,
y a los predicadores que se excusan
con el asunto de la fe en cuotas.
Ah, el sur. Bravo acontecer.
Aunque, también, hay tardes
de otoño tan claras
que dan ganas de sentarse
en la vereda a matear.
Pero, esas rejas...
En el sur podés creer
que sos dueño del mundo
y tu destino es notable,
pues aquí fluye libre la imaginación
de vez en cuando algún vecino
logra cierta fama,
entonces su foto (con dedicatoria)
adorna una pared del almacén,
y a su paso solemos
rendir cortés silencio
envidia callada
Porque los demás somos
anónimos sobrevivientes
conformes con las migajas
Ni odio ni amo al sur,
me ha sido dado residir en él
y relato sus arboledas infinitas,
el peligro latente, los amores
clandestinos.
Venite hasta el sur,
quitate la desidia de capitales
Acá todo está temblando,
hasta puede que estalle.
Entonces, la opción:
te deprimís de por vida
o ganás velocidad.
No es indiferente quietud
lo que vas a encontrar
cuando decidas internarte
en el sur profundo de los buenos aires.