Sube por la escalera de lo trivial
y acomódate en la inmediatez
con toda su fanfarria
atronando lo que tocas y no ves.
Eres receptivo al escaparte
de las alucinaciones concretas,
a la vanidad de lo que vales
como escultura material,
al ruido, al celofán, a la grasa
que te desliza raudo y excelente.
No tardes, ven, remonta
el faldón escalonado y no pienses,
sé sólo nervio del vibrátil motor
que acaricias al volante de tu deseo
derrapando en la curva de la envidia.
El mundo a los pies de tu fachada
elegante, reluciente de firma,
con todo el empaque de la fragancia
que enamora maniquíes,
sella contratos o jalona ventas.
No dudes, sube aquí,
precisamente aquí,
al oscuro tragadero que no es noche,
sino simple jirón de tela
que esconde claridad para tu alarma,
deceso para tu heterodoxia
profunda, propia.
Sonríe,
confía,
te espero.
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