RICARDO ALVAREZ

CALLADA TE ADORMECES

 

Callada te adormeces

en la hoja de mis brazos,

entre dos cerros bostezando.

sobre la copa de alerces.

De pronto amaneces tibia

mujer amada,

te despojas del silencio,

entras al fuego de esfera límpida

que moldean mis manos

oceánicas y

ágil te vistes como gota de cascada,

en vertical dulzura te plasmas cuando

giras en los molinos del crepúsculo entrante.

Fecunda enamorada…

Me someto a tu boca serena

donde se despojan voces de antiguas caracolas

del tiempo femino ancestral.

Entre un bosque de nereidas y

entre las más bellas rosas

tú eres la única rosa que mi mirada anhela.

Navegante del presente…

La ternura es el remo de tus manos

que gesta compañía de flores nuevas.

Hilvanas la luz que nutre la huerta

y mueren las sombras en eterna espera,

quemando los paralelos infinitos

donde la nova baja a la greda.

incitando olas de inmensas mareas

al salvaje mástil de mis instintos.

En esa corriente abrazadora

descubro nuevas hebras

de tu cabellera emergidas,

se arman en collar de blancas manos

en redor de mi cuello

como un vuelo de roca y arena

conviviendo en la voz de la noche.

Hay un estupor de explosiva arteria

en el vértice de tu escote,

se dibuja la perpendicular rama

en su camino de abra.

Ah, verdes cerros casi plegados

por aguas subterráneas,

suben brotando de la tierra

a tu pecho…

Ay, tu pecho,

laurel en mis pupilas de esperanza.

 

 

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