Por ratos muy confiado muy audaz,
repasa lentamente el argumento,
se muestra desconfiado en el momento,
procura relajarse con el jazz.
Pronto desaparece aquella paz,
al percibir el ruido en los asientos,
salir a escena le quita el aliento,
no llevará máscara ni disfraz.
Ha resuelto mirar con claridad,
que del acto el actor es el mayor,
y más grande que el teatro la entrega.
La mente le resta seguridad,
y el latir de la emoción suma valor,
cuando la hora de salida al fin llega.
Precisa en poca luz alrededor,
poderle entre la escena descubrir,
acto seguido dispone a salir,
entre silbos y aplausos el actor.
Sus ojos recorren alrededor,
por la tenue luz, solo puede oír,
la voz que en la distancia insta a seguir,
y la de uno que otro burlador.
Decidió a los burladores burlar,
precisando el buen acento y glamour.
de esa voz que cree reconocer.
Resuelto a la voz de aquellos ignorar,
atiende la distante allá en el sur,
que hace todo su ser estremecer.
Con sutil movimiento un ademán
señala firmemente el corazón:
-Aquí te llevo, aquí esta es tu prisión,
y jamás de ella a ti te sacarán.
-Por esta vez y por las que vendrán,
deja todo antes que baje el telón,
dale riendas sueltas a la emoción,
y veras que nuestras almas vibraran.
No volvió las otras voces escuchar,
ni quiso a su reacción atender,
dejo seguir al gorrión su vagar.
Una voz pudo a todas acallar,
y entre las sombras luz pudo encender,
fue una voz virtuosa de mujer.
Con voz potente entonces declamó:
¿Qué son un montón de hojas secas, qué?
testigos de un verano que se fue
presente de un otoño que llegó.
Son la gloria vernal que ya cayó
bajo el agobio del tiempo, yo sé,
mas para mi todo ello te diré,
son las huellas que el camino dejó.
Son los sueños que por ti yo soñé,
pero no tan solo son sueños, no,
son las cosas que dije y realicé.
Son los versos que en tu suelo dejé,
para que vivan cuando muera yo,
y recuerdes entonces que te amé.