A Alejandra Pizarnik
... se te hace un nudo en las raíces,
y aún sigues amarrada
a un fruto cómplice
con la cáscara solar
aún sigues allá arriba
colgada
en la felonía
de la sangre,
donde gritas
unísono al idilio
de tus rupturas mentales,
y te miras arremeter
un distante lazo
con tus manos
en los ojos
que sacuden
la lluvia
de sus lágrimas
cobijando ausencia
en su lamento puntiagudo
en el desnutrido pesar
de tus alucinaciones sanguíneas,
donde sangras estatua
para crear la jaula
de carne callada
esclavizada en una sombra
ahogada al tiempo
donde miras
el vaivén
de tu amada
sonrisa
clavándose
en el hastío
de amanecerte
deprimida
en la oscuridad
donde decías
amar-te siempre*
No supe de ti
a finales
de tu muerte,
cuando te clavaste
las uñas en tu vientre
dejando aflorar
la huella de seguir en vida
ya cuando tus raíces
ahogaron esa sonrisa tuya
-una máscara torcida-
dentro de la oscuridad,
miedo de tus alcances poéticos,
no te conozco,
ni te he conocido,
solamente te siento
adentrarte en la tumba
de tu cuerpo, cadáver
de mis ensoñaciones
donde te marchitas
desnuda al claustro
de liberarte
del atado de huesos
donde conociste
a la quimérica
amante de tu verbo
que con ansias
dejaste libre
al ave enjaulada
que llevaste dentro,
ave herida, ave marchita, ave condenada
que en un hoy sin ser hoy,
desnudas tus extremidades del recinto
que ahogó por siglos
el lamento de tu voz
y ahora te haces vuelo,
libertad, te creas un mañana
haciéndote poema,
el alcance de tus palabras,
derramando las tendencias abismales de tu claustro interior
sobre toda esa tierra amarga que marginó en colores
tus emociones daltónicas*