Donaciano Bueno

Final del trayecto

Nadie vino a esperarme ¡nadie se va a acordar!
A este tren de la vida yo llegué sin ropaje.
embargando los sueños que yo pude soñar,
cargado de ilusiones, repleto de coraje,
y al final del trayecto mi tren se va a parar.

 

Y así encogido de hombros estoy en el paraje
repasando el camino, harto de caminar,
el andén solitario, yo ausente de equipaje,
¡para qué las alforjas para tan corto viaje!
el es hombre de paso, como vino se va.

 

No conozco este pueblo ni recuerdo el paisaje,
sus casas con adobes, sus paredes de cal,
tiradas por el suelo unas flores se esparcen
como almas en pena en torno a mi ellas yacen,
sumisas y marchitas suplicando piedad.

 

Reconozco el chirrido de una verja oxidada
ante la cual me postro derrengado y sediento
arrastrando fantasmas levanto la mirada
solitario el camino recorro polvoriento
la lluvia está cayendo, la atardecer helada.

 

Junto a la iglesia un muro implorando silencio
y a la vuelta en la esquina un viejo palomar,
renqueante se arrastra, trashumante el viajero,
atento a lo que ocurre está el sepulturero,
por fin le llegó la hora de ir a descansar.