Amanece en su cabeza. La materia gris sonríe y se despereza.
Cuando las cuatro paredes giran, deja de ser una estación sin moneda. Él era el último de su especie. Ella, en cambio, la primera.
Las ventanas huyen y cierran los ojos. Los recuerdos se adelantaron a las paredes. Los espejos están heridos y no quieren reflejar su rostro. Una noche más. Una nueva marca. Ayer, de nuevo, lluvia de meteoros.
La delgada línea entre saberlo o no, se ha convertido en una autopista atascada por los tractores. Quizás, por eso amaba lo absurdo más de lo que creía en él. Y cuando estaba a punto de ser un Stalker, los que fallaron fueron sus pies.
El fallo no era suyo. Hay que cambiar la maquinaria. Y recordó cuando todos eran Alicia. En el País de las Maravillas, el fin no justifica los medios y tampoco se justifica en sí mismo. Lentamente se dirigió al desguace. Se quejó la entropía y él recordó regar el suelo con su semilla.