Vicente Martín Martín

No es posible

No es posible

que el roble que sostiene la saliva volátil de los vivos

sea el mismo que crece en la quietud esteparia de los muertos,

pero acaso sea igual, las diferencias

entre un mar y un océano son tan nimias

-cuestión de ancianidad-

que ahora hay gente que muere

con un trozo de cielo entre los párpados y no quiere exenciones,

se nos muere en gerundio y con olor a profeta desdentado

y es difícil saber

qué aroma tendrá el día pues depende

del olor de la flor que resucite.

Pero es duro escribir con tinta albina en las paredes del hombre,

sobre todo, esperar a que dibujen los riscos

el eco de tu rostro

cuando no tienes rostro y has perdido

la fe en los bulevares,

es duro porque sabes que el infierno más próximo

te espera en baños turcos

y a grados bajo cero.

Las únicas verdades que conoces son sucesos comunes,

algo así como un cuento de buitres o un canguro

que ha extraviado a sus crías,

maldita sea la gracia que te hace conocer en qué libro de visitas

se ahogan los ahorcados,

malditas las verdades que te llevan

de bruces a la astucia, las verdades

que se mueren contigo dejando tras de sí

sólo contradicciones.