Desapareció Tunante, se hizo añicos,
como la mariposa que regresa a la tierra,
como el cánido que devora a su cría.
Desapareció Alegra detrás del horizonte...
Despertaron los sueños,
viéndose abandonados gritaron:
¡Mal padre, mala madre... maldita suerte!
¿Dónde está Tunante y su consuelo?
Las martinas volaron a pinceladas;
dejaras de esperar por ellas en la mañana...
Alegra, no camines por la playa olvidada,
tus pies se volverán espuma de noche.
Y su sonrisa, tan pura y sarcástica,
me viene calzando el pan y el alumbre;
la ración del día me quema de hastío,
y no se dónde buscarle ni como resulte...
Feneció la perla colgada en su vientre;
nos regalamos una tarde, disfrutando el aire,
y la brisa arrastró el aroma de esa dicha
a las garras del desfigurado porvenir.
Desapareció Alegra y con ella mi fe;
en mi pecho la tinta de su sangre
queda grabada para poder hallarla,
después del horizonte: donde irá Tunante.
Baltazar Itiel