Para pensar y soñar
y para escribir, poeta,
hay que subirse al altar
y en el mismo profesar
la soledad del asceta.
Y en su mente penetrar
aislandose del mundo,
y hundirse en lo profundo
del alma, y allí esperar
que el sueño sea fecundo.
Y leer, a los poetas leer,
a Machado o Baudelaire,
y de sus fuentes beber,
y escuchar a esos profetas
sin jamás desfallecer.
¡Cómo colmar, soledad,
las horas de tu silencio
para contar lo que pienso
y así saberlo contar
sin echarle mucho incienso!
¡Ojo, evitarás caer
en loas ni complacencias!
Conservarás la inocencia
siempre hasta envejecer
mejorando tu sapiencia.
Y cuando la inspiración
entre por tu celosía,
ponte el himno a la alegría,
lanza un grito de emoción
y un salto da de alegría.
Más si aun así la pedrea,
ni a los dioses invocando,
te ayuda en esta tarea,
vuelve a estrujar la mollera
y a dios con el mazo dando.