Fría lluvia esmerilando los colores del paisaje,
el viento jugando al viajero con pesadas nubes,
otra vez el alba nos echará a andar…
rotos igual, emparchados, atornillados a un pulmón
que no nos deja ir,
con la paciencia aletargada, tan ciegos para amar.
Aún así…
“Quisiera que me sucedas,
que me tomes por sorpresa,
y mi respiración ceda al estruendo
de un latido,
quisiera desmayarme lentamente
en tu voz lejana,
y apartarte de este mundo
poniendo todos mis suspiros
a salvo sobre tu pecho.”
Yo fui una nube, tu a kilómetros un cirro,
yo conté cuantas gotas inundaron un charco,
tú aquellas lluvias que no sucedieron.
Cosecheros de tristezas, con la palma herida
mirando las semillas
sin saber cuando las sembramos,
prometimos no pensar para sobrevivir.
Tú, calor agobiante y el agua fresca,
yo, leña y fuego, café caliente y abrigo.
Vivir con la misma inercia y la distancia
nos hace desconocidos, corazones sin rostros,
sangre con latidos y sin testigos,
condenados a un descuido casual del destino
que tal vez nunca suceda.