.De vez en cuando la Sra. Regina llamaba a la puerta de la Sra. Sara y con estas palabras se dirigía a ella:
- Mujer, déjeme un vaso, se me olvidó meter una en la cesta de la comida, y ya sabe lo que pasa con los jóvenes, terminan discutiendo, pues al beber a morro de la botella uno dice que el otro bebió más que él.
A la vuelta devolvía el vaso y con gran énfasis daba las gracias una y otra vez.
Pero un día cuando entregó el vaso cambió de repertorio, en esa ocasión no dio las gracias, sino que hizo un comentario que resultó muy eficaz.
-Tenga usted el vaso Sr Sara, puede lavarlo y relavarlo, escaldarlo si lo desea, pero no se preocupe que el mal que tienen mis hijos no es contagioso.
-¿Qué mal padecen sus hijos mujer?...
-A la vista está… ¿No se ve que les falta una luna?
Nadie sabe el porqué aquella sin razón si siempre se lavó el vaso y se guardaba junto a los demás. Pero aquella ocasión terminó arrinconado en una estantería en espera de que la Sra. Regina lo volviese pedir prestado.
Luisa Lestón Celorio