No volverás a escuchar mis latidos tan cerca
desvanecerse pueden los sentimientos
y mi pulso no abrazará más tus venas
el sirviente ocaso dejará las rocas constelarse
las mismas que una vez sirvieron inadvertidas a tu ventana.
No habrán más avisos de mi presencia
olvidaré esa flamante compañía que aguardaba
en silencios enlasados las miradas compartidas
y en los canticos de idilio quedará enterrada la esperanza.
No volverá en la justicia el odio arremetido
mi arrogancia dejará de nuevo de inspirarme
y mi boca sellada , no conspirará contra tu nombre
borrará las ideas de alabanza y en la callada soledad
quedará en secreto la voz que me acobarda.
No sembraré más angustias y desvelos
ni en los rincones de tu hogar podrán
permanecer mis recuerdos,
pues basta de camelar indulgente
y acorralar tu conciencia en ese juego de palabras.
No insitiré más con la burla del ensueño
ni verás más mi tosca algarabía
y las calles quedarán sujetas a mi olvido
en cada paso, en la lejanía
mantendré clandestinos estos versos
y mi espalda a tu mirada decidida.
No regresaré a pedir que tus oidos finjan
que tu boca se derrame de nostalgia
y en tus manos se dibuje el debil del viento
cuando intentas y la soledad no alcanza.
No hablaré de vanganzas ni rencores
y en el tiempo esperaré a que muera este dolor
sin que tu voz sea testiga de este yerto corazón que hiere...
No perdonaré el nacer de mis errores
ni vacilaré de nuevo con mi destino
hoy permita que descansen mis penas
y devuelva mi sosiego aremetido.