Yo vivía feliz,
era un lugar de ensueño,
volaban las rapaces,
las aves montaraces,
a través de mis sueños.
Muy cerca de Madrid,
yo me sentía dueño
del aura que hay allí,
de lo que compartí
-era un sitio pequeño-.
Yo besaba la torre
que da a Torrelodones
su nombre y su prestancia,
el porte y la elegancia
¡la torre de los dones!.
La vida corre y corre
-yo ya no vivo allí-,
más siento la nostalgia
de aquella corta estancia,
¡lo intenso que viví!
El aire de la sierra
preñando mis pulmones
al pié Navacerrada,
las intensas nevadas,
y tantas sensaciones.
Esa bendita tierra
de sudores mojada
henchida de ilusiones
rellena de emociones
y de sueños plagada.
Tus bares, tus mesones,
las tiendas y tabernas.
-viejas calles modernas-
hoy les rindo homenaje
a tus lindos paisajes,
¡y faustos moradores!.