Por un jardín pequeñito
corría raudo un caracol,
mientras una mariposa
le animaba con pasión.
¿Donde vas?; caracol loco,
dijo una abeja morena...
mira que si te tropiezas
rompes tu caparazón.
Deja abeja entrometida,
que yo tengo mi razón,
tengo que correr a prisa
pues perdi mi corazón.
Más, ¿que dices bicho loco?;
¿cómo que tu corazón?,
eso no se justifica
con ninguna explicación.
Ahora la mariposa,
que animaba al caracol,
dicele a la abeja aquella
¡Yo tengo su corazón!-,
pues, aunque no lo creas,
soy la dueña de su amor.