Te recuerdo como eras, Clara.
Cuando el mar era la voz de tu mirada,
el mar era luz,
impertinente.
Casi místico el sol de noviembre,
- me quema el otoño en las pestañas
y baila en tu sombra mi vestido.
El fuego es recuerdo de otra orilla
- pequeña.
Te sabe atormentada la corriente,
noctámbula, teórica, silente
- cómplice hojarasca de la espera -
después de tu estupor llega la noche
de repente.
Hay algo que aún me escandaliza
en este mundo:
el mar puro y furioso,
la venganza,
golpes de lluvia dolida,
la paciencia.
Y tu sonrisa limpia de azucena,
que censura tristeza
y me desnuda.
Del tiempo no sé nada,
- puente eterno de fuga
sabor a soledad,
oscuridad viajera,
- herida roja
- moneda loca.
(Se volvió rabiosa la mariposa
porque las flores ya no quieren alas
y la pasión susurra viento y espuma.)
Y vos - Clara
después de tanto andar en la tiniebla,
te agarraste a la luna como lobo
- de rojos instantes prisionera.