Voy a confiar en el instinto,
voy a abrir la poesía como
si fuese ventanas,
de par en par,
y buscaré en el aire un lugar
donde quedarme, una palabra
que me pueda sostener,
una síntesis de mi voz en
una mirada, un arco eterno
desde donde escribirle a las causas,
al tiempo que está en tus ojos y sin
embargo es distinto a mi tiempo,
al silencio donde crecen las flores,
a los colores de la luz que me conmueven,
llevándome en sus manos y sin saberlo,
¿quién eres?,
¿por qué me miras como me miras
y te detienes como cayendo?
La ansiedad de esta puerta comienza
en mí como la infancia,
se abre,
se extiende en un blanco mantel sobre la mesa,
se juega con una pieza de sombras,
se convoca a la sonrisa de los sueños,
la poesía no es visible empero
está ante los ojos del amor,
de quien ama, de quien no ama,
de quien ante la nada acaricia una fotografía
mientras su piel desnuda a mitad de la habitación.
Sobre el horizonte un laberinto,
que gira y canta a lo secreto,
que con manos de brisa se arma de mañanas
moviéndose por el cielo,
enredándose entre las nubes,
sintiendo poemas libres como sendas de bosques,
como viento seduciendo troncos,
como paisajes que sólo quieren volar alto,
como todos, todos los días.
Hay algo llamado nombre que me sacrifica,
las estrellas devoran a las estrellas,
es así como viejos deseos
traen nuevos momentos
vez tras vez.
Este oficio de poeta se parece
mucho a un grano de arena
frente a la máquina del mundo,
como una carta abierta
por cierto bastante inconclusa,
que habla de miedos pero también de cunas,
de ocurrencias armónicas,
de anhelos culpables,
de madres y padres que forman parte
pero no han sido invitados,
de ríos verdugos que no se conforman
con ninguno de nosostros.
Voy a confiar en el instinto,
toda vez que caigo rendido
una palabra me dice que soy vírgen todavía.
T de S
MRGC
Namaste