Pasada la mañana, creo que me había llenado la boca de fresas porque el viento olía a campos ácidos y a miel perdida. Ese día el Sol se hizo mi amante. Nos recorrimos cada fibra, su fuego derritió mi piel en gotitas de especias de rosas;
siempre me había tocado el vientre con la delicadeza del mar porque creía que yo gemiría el dolor si me abrazaba de lava, de rojo carmesí. ¡Mentira! He gritado el placer más dulce de mi vida; el Sol se hizo mi confidente, susurraba olimpos que yo creía inexistentes, se aferró a mi cintura, me hizo el amor cuantas veces el universo no cuenta su distancia, se atrevió a morderme una nube y yo me bebí los rayos de su simiente.
El Sol se hizo mi amante y desperdiciamos el tiempo que ya no queda, nos morimos con agua en las bocas y con sangre hierviente en las venas, nos quitamos la respiración en un beso y nos fundimos tanto, tanto la piel, que yo era Sol, que él era Luna.
Shalom Ferrin