Por no querer, por no heredar el bien.
Comprendes lo que yo te quiero, amor.
En mi pecho descarnado hayas temor.
En mi mundo de barro, sombras ríen.
No hay ciencia, teorema, religión, ni
llama que arda en agua serena y blanca
que por no querer, no quiera ni un alma
blanca, serena, pero algo ajada, ni
tú ni yo sabemos del corazón,
de su mezcla exacta de amor eterno,
prohibido decir su nombre, razón
enyugada si el corazón se pierde
en mis manos sujetas a tus senos
que por morir de ellos ni el diablo tiente.
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