Entre las brasas olvidadas,
de un recuerdo moribundo,
ahí en lo más profundo del alma,
se vislumbra una chispa de esperanza
de un amor fallido.
En la lenta agonía
de una ausencia prolongada,
el corazón pide a gritos
¡Piedad! ¡Piedad, amor mío!
Que para mí,
tu recuerdo se niega a morir...
¡Sigue vivo!
Y al igual que el Ave Fénix,
renacerás de las cenizas,
nuestro amor fue tan grande
que se niega a quedar
sepultado en el olvido.
Te sigo amando...
Te amo...
Amor mío.