Quiero enfrentar a mi muerte
lastimera, leprosa y triste
entrar cabalgando en su puente cadavérico
a descansar:
en la oscuridad tranquila
de su nombre que aniquila.
Su frente besar quiero, ciego,
sentir su descarnada hediondez;
que mis lívidos labios la toquen
sí eso quiero
saber el misterio de los siglos
segar con su hoz fría
un tálamo de huesos antiguos.
La muerte no es más
que dos amantes que se mueren
que se desviven de tanto amor
y los desenterramos
y los hallamos en una futura
estación del tiempo
unidos en un beso descarnado
hueso con hueso
tan delgados y atribulados
aturdidos por los siglos
hendidos en miles de muertes
por la vida de las vidas
amén.