Me rodea una sombra mortecina,
me invade una gran melancolía...
¡no puedo dejar que mi corazón muera!
sería como quitarte a ti la vida
y es mía la vida tuya...
tengo que vivir para retenerla.
Vives en cada recuerdo al pasar el tiempo,
vives en mis tristezas y en mis alegrías,
vives dentro de mi piel trigueña
y vives muy adentro del alma mía...
vives también, en mi ansiedad por verte,
vives en cada rincón del pensamiento.
Te llevo allí, mañana y noche,
cuando nos alumbra la luz del día,
te llevo también, al caer la tarde,
cuando se oculta el sol, al morir el día
y nos deja el cielo teñido de color púrpura,
para fusionarse con el verde azul del mar
y encantarnos con las dulces melodías
que nos ofrecen las ondinas al danzar.
Se va durmiendo el pensamiento...
pero nunca muere...
se queda anestesiado, en un letargo,
no siente ningún dolor, sólo sueña...
sueña que su pasado será un presente
y que ningún camino será tan largo...
para encontrar el amor ausente.
Felina