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Conformas tu corazón con ese sentimiento,
ese grito esperanzador de una bella nación
y a una sola voz llevas entretenimiento,
con extraordinaria gracia, sabor y color.
Unes los cuatro puntos cardinales de un país,
de norte a sur, este y oeste, arrullas a una voz
la expresión de un pueblo que crece junto a ti
y encuentra un amigo fiel como motivación.
Llegaste para quedarte con la colonización
y con tan sólo cuatro cuerdas, ¡sí que animas!
…entre polos y galerones junto al pescador
y hasta con el merideño, en la cordillera andina.
Y si a tocar se dice un golpe tocuyano
o bien sea otro golpe de esa tierra larense,
no habrá frontera ni tampoco resistencia de un llano
ni existirá cuerda alguna que no se tense.
Y, al encenderse el joropo y el girasol abre su sol,
llegas tú con entusiasmo instrumento venezolano
y entre alpargatas, cantos y ritmos de cada región
un zapateo, con sabor de mi tierra sí que le damos.
Cuando hay que serenatear y la parranda se aproxima,
llega el cantor con su fuego y con el repicar del tambor,
expresando sus emociones y alguno más que se le arrima,
para encender entonces, el grandioso parrandón.
Y al acercarse ya la época decembrina
y con la fastuosa gaita se expresa el cantor,
toda fiesta desde entonces, suena de maravilla;
es que también llegas ahí como un “gran señor”.
Toda parranda contigo siempre es un fiestón
y entre gaitas y aguinaldos con sabor venezolano,
todos se olvidan de cualquier rencor humano,
anunciándose a una voz la llegada del Niño Dios.
No existe parranda sin un cuatro.
Cuatro cuerdas tiene él, dice el cantor
y en estas letras casi te idolatro,
pues siempre luces con esplendor.
Eres orgullo de mi tierra venezolana
y fiel compañero, mi “Cambur pintón”
génesis de la sorprendente mano artesana,
dispuesto siempre a la majestuosa interpretación.
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Hija del Sol
Miranda, Venezuela
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