Que dolor más punzante es extrañarte
cada condenado día de esta vida
vida que no quisiera fuese mía por completo
si es que necesitase tanto de ti para vivirla.
¿De qué me sirve estar tan vivo,
íntegro, caminando y pensativo
si nunca podré estar contigo
Y yo para ti no soy siquiera
un recuerdo repentino?
¿A qué vino quererte de este modo?
Creo que a sólo fastidiarme un tanto,
a revolver el temple de mis años,
a perder el sueño
y creer que nadie puede amarte así.
Si pudiera odiarte, no lo pensaría mucho.
Te sacaría tan rápido da la vista de mi alma,
bajarías las persianas de mis ojos
y moriría de vez en cuando
con sólo nombrarte en mi cabeza.
¿Y de que me sirve el hecho de extrañarte?
¿Me extrañaste ingrata hermosura humana
algún día, un segundo, un momento?
Para qué pensar si en mi pensaste
cuando un súbito sonido,
o una solitaria palabra,
una simple imagen,
un extravagante aroma, hasta una íntima afonía
me llevara a tu mente.
Cómo a mí todas las cosas del mundo
siempre me hacen recordarte.