Al tiempo le dicen gargantilla de oro porque si se quita ya no se luce bien sin él.
Yo me estoy muriendo en su contra, antes de que fuera la hora ya se me está apagando el universo, antes de que fuera lo correcto; antes estaba segura.
He dejado libre mi cuello y por ello el filamento de la angustia espetó mis entrañas y el hueco vacío se ha llenado de sangre invisible; tengo fiebre en el torso, en el pecho, pero no en las extremidades, y cada vez que la noche se pronuncia, gimo el quebrantamiento del dolor, me apuñala con sensaciones extrañas. Tengo fiebre en todas partes menos en la herida.
Estoy enamorada de un príncipe lacayo; cada vez que me levanto sueño su poesía rodeándome el cuerpo y sus labios saciándome de sed (lo hago despierta porque casi no duermo y cuando lo hago no sueño).
Ya casi es noche de nuevo, ¡auxilio, poema redentor! ¿Dónde está mi cielo para que allá me vaya luego?
Shalom Ferrin