Que buitre alguno tocara su carne
que bestia no comieran su cuerpo,
sabiendo que tornándose cenizas
se unen con los dioses de la tierra,
entre su sagrado ritual misterioso
relatan unas asombrosas hazañas,
inmortalizando a todos los héroes
ante el rojo brillo de sus hogueras,
su leyenda se relata en su cañada
con ecos repetidos por la montaña.
Con acompasada y ritual cadencia
ceremonias profundas con la brisa,
sus danzas con monótonos ritmos
entre pies desnudos embrutecidos,
aplastan con ellos la hiervas sacra
secos los ojos sin ninguna lagrima,
así mueren las mujeres y hombres
sin ninguna lágrima de las gentes,
como una única familia con coraje
gente muy dura, hercúlea y fuerte.
Cuando el hambre aprieta su vivir
vive sin descanso para su hombre,
con la saña de la boca hambrienta
bebe la sangre de vena de caballo,
matrona valiente como las águilas
rodeada con esa feminidad bestial,
protege a los hijos de los romanos
en aquella época lejana de guerra,
cuando esos grandes buitres giran
descendiendo en el Abrego viento.
Se cebaban con carroñas romanas
devoraban toda autoridad a César,
César el gran dios sostén de Roma
emprendiendo inhumanas guerras,
amplias cruzadas duras como roca
con un lábaro citando a su muerte,
con su dura guerra opulenta y rica
en los fuertes y los altos alcázares
Julio y Augusto, Cesares Romanos
hijos gráciles de la loba capitolina.
--- Fin de la 2ª parte ---
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
20 de noviembre 2013