“Tiembla mariposa que el amor se va como cuando te alejas de una flor para pasar a otra”
Te imagino predispuesta a todo. Inclusive, creo que sacrificarías tu corazón a cambio de conseguir lo que quieres. Nadie te detiene a pesar de tu juventud, cabalgas por la vida sin tregua ni misericordia, cuando te sientes caer te levantas de inmediato y tus ganas de vivir me conmueve.
Un día como hoy conociste a este ansioso solitario que perturbado por su necesidad de saber cómo encausar su vida, se contagió de tu vivaz manera de sobrellevar las cosas. Cuántos amaneceres deje pasar sin darme cuenta que mi suerte podía cambiar.
Dolores, que así se llamaba, se fue metiendo en mi vida. Recuerdo esa vez que nos conocimos. Fue en una de esas tardes en que solía pasear rutinariamente, escapando de aquel lúgubre y medroso ambiente que el invierno invadía mi hogar, y después de haber gastado varias horas, caminando por el pueblo, y casi sin esperanza de hallar algo nuevo y esperanzador, divisé a lo lejos,precisamnte sobre el puente, la figura de una muchacha. No lo podía creer…me parecía que estaba algo distraída o abstraída, porque a pesar de que estuve acercándome hacia ella, no hizo el menor gesto de mirarme. Corría un ligero viento de invierno y empezaba a garuar. Su rubio cabello se ondulaba por la fuerza del viento y la pequeñas gotitas de agua que caían humedecían su tierno y pálido rostro. Yo la contemplaba de una manera inverosímil, como si fuera alguna fuerza invisible de la naturaleza que acudía hacia ella y que, impúdicamente, la miraba hasta que respondiera a mi presencia.
Y bajo su cabecita, fue como si hubiera salido de un profundo trance. Al voltear y mirarme, note un gesto de extrañeza y me sonrió nerviosamente, y me dijo:
_Qué haces ahí mirándome, acércate que te quiero conocer._
Tímidamente le respondí con un tibio: Hola…¡
Y una vez junto a ella, me contó sobre su azarosa y desenfrenada vida. De la manera como circunstancialmente había conocido este inhóspito pueblito donde yo vivía y que tan pronto como se acabara el día ella tendría que marcharse.
Yo le dije:
_Hace mucho que no hablaba con una mujer, soy tan tímido que me cuesta abordarlas. Sin embargo, tú me pediste que te acompañara._
Dolores respondió:
_Sabes…, detrás de esta mujer extrovertida que tú ves, se oculta una mujer insegura, algo soñadora y con deseos de amar._
_Y no temes hablar con un extraño como yo._ repliqué
_No…en absoluto, de cierta forma te necesito, necesito liberarme de algo que me aflige, y hoy, tú me pertenecerás y yo a ti._
“Cuántas veces creí que el sueño de un solitario estaría teñido de cierta magia inexplicable.”
“La timidez es relativa a las circunstancias”,pensé
Dolores se me insinuaba coquetamente, bajaba la mirada complacientemente, cuando rastreaba con mis ojos sus contornos más íntimos e insinuantes.
_!..Bésame…!_me dijo
Y sobre la baranda metálica del puente la apreté, y con mis manos le acomode sus lizos cabellos rubios, le levante el mentón con un suave y ligero movimiento, mis dedos le rozaron sus encendidos labios carnosos, ella entornaba sus ojos como adivinando lo que vendría, y con mis labios prendidos de pasión, los restregué los suyos hasta sentir el roce de mi lengua con la suya. Y mi mano que se escapaba a la entrada de su escote, el calor del frenesí nos inavadía,le desgarre el vestido de un tirón y sus senos pálidos de turgencia admirable, fueron presa de mi boca que una a una se deleitaba con el suave frescor de sus rosáceos pezones. Y me quitó la camisa a mordiscos, se había desatado su fiereza. Mordisqueaba a lo largo y ancho de mi pecho, sus labios me recorrían cada palmo de mi piel y ahí, completamente desnudos, a pesar de esa fría tarde de invierno, un estruendoso trueno seguido de un resplandeciente relámpago, no nos quitó las ganas en nuestro empeño y continuamos amablemente consustanciados con los fenómenos de la naturaleza.
Y su boca llego donde yo quería llegara. Sus labios pintados de carmesí, se deslizaban rítmicamente de arriba hacia abajo por todo mi miembro, dejando escapar ciertos besos furtivos sobre su cabecita, La cual desaparecía totalmente cuando se lo engullía dentro de su boca y yo sentía como su lengua trabajaba afanosamente sobre él, hasta sentirse ahogada.
La garúa paso a ser lluvia incontenible. Empapados los dos continuábamos en nuestra faena. Relampagueaba y el trueno reventaba a lo lejos. Tal vez esperábamos ser fulminados por uno de esos rayos que caían a lo lejos.
Contra el metal del puente la sometí, Introduje vorazmente mi lengua dentro de su húmeda hendidura. El sabor de la lluvia que resbalaba desde sus pechos y se concentraba en su vulva, me sabía a un gusto exquisito que junto a sus fluidos hacia una mezcla del mejor de los manjares. Me la estuve bebiendo por un buen rato, mi lengua coqueteaba con su inflamado y bien erecto clítoris, al cual le daba ardientes lamidas y ella gemía y gemía incontrolablemente. Y le di la vuelta y sus portentosas ancas relucían como oro bruñido que al estar húmedos por la lluvia y que sumado al resplandor del relámpago, se reflejaba sobre ellas. Y no hice más que penetrarla bajo la lluvia. Y sus gemidos y gritos parecían entablar un dialogo armonioso con los truenos, rayos y relámpagos que nos asechaban, y que al parecer hacían conjunción dos fuerzas incontenibles de la naturaleza: el amor-pasión y la furia irrefrenable de la propia naturaleza. Una actuando sobre la otra en contante fusión cósmica.
Al acabar el acto amatorio, la escena retrataba a dos seres moribundos que apenas se sostenían uno del otro, los cuerpos como dos máquinas desgastadas y en desuso, que la intemperie amenazaba con oxidarlos y desaparecer por la circunstancia del tiempo, como un cúmulo inservible, consumidos por la ardorosa pasión.
Y al día siguiente Dolores se fue. Después de ese fantasioso y fenomenal encuentro con ella, mi vida no volvió a ser la misma.