Tinta de Sangre

Destinada

De estas ventanas que miran

insistentes las sierras,

una habrá, no sé cual,

que te nombre, no estaré

indiferente a su voz,

ni a su sombra, ni a los

sueños que en mi balcón

dejan cuando tejen y destejen

tu silueta, cuando las estrellas

sin saberlo, tras el cristal,

me dejan tu próximo poema.

 

Por lo pronto las flores son

alguna puerta, un espejo de

la memoria cuando

no es luna,

no es sol,

no es luz dispersa,

tan sólo viento que arrecia,

que pasa por mi vida,

que arranca orillas de mi corazón y

siento que a mí tú estás destinada.

 

Cada día,

cada hora,

cada fuego que se repite

me hace querer llevarte por

el lenguaje del amor.

 

Los árboles ya no tan blancos

parecen quemarse con mi tinta sangre,

mi herida es el ocaso, mi camino

se esconde de mis dedos cual laberinto

y se acaba en puñal,

y las rejas abiertas

como el silencio,

como el infinito,

como estos versos de mi

recinto que la pasión

enturbia, entre tu desnudez y mi garganta.

 

El aire se levanta,

en los arroyos de mis deseos

te encuentro,

si por encontrarte digo el tiempo

de pensarte y que me duela,

de quebrarme en el interior mientras te espero.

 

Las sierras siguen encima de los techos,

las puertas y las ventanas suenan con sus luces blancas,

alrededor de mi piel las nubes parecen niñas,

niñas que conmueven con sus brazos,

que giran mientras todo gira con los ojos cerrados,

y tú, destinada,

 

como una muchacha de agua

y por agua las ramas,

como una gota enamorada que vuelta

brisa me llama,

como un alba de dos caras,

como una paloma y sus alas,

mujer que por la rosa eres,

que por poemas derramas,

 

porque eres esa palabra y ese misterio,

porque eres la vigilia y el tiempo,

y mis labios,

porque siento que a mí, tú estás destinada.

 

T de S

MRGC

Namaste