Querida presencia amiga:
Ya sabes lo que dicen… “El zorro pierde el pelo, pero no las mañas” y sin dudas se puede cambiar de piel, nuestro cabello se pintará con el paso de los años de gris, nuestros pasos se harán mas lentos y nuestra mirada dejará de brillar, pero sin vacilaciones habrán fuerzas dentro de nosotros que continuarán luchando por salir hasta el fin de nuestros días.
Y ya ves, nuevamente me encuentro escribiendo mientras la noche avanza.
Había olvidado lo pacifico que es soltar letras mientras cantan los grillos y conversan los chuchos.
Anónima la luna, se convierte en confidente de mis suspiros.
Evoca mi mente en esta hora, las charlas eternas, que iban y venían por puentes quiméricos entre tú y yo.
Y el espacio malicioso avanza en movimiento constante entre granos de arena imperceptibles al taco, de quienes se hallan despojados de sentimientos.
Encontrarse tu cuerpo y el mío a la distancia y bajo el mismo cielo, contarnos historias a través del tiempo, permanecer suspendidos en el céfiro sin saber do éste nos llevará. Como hojas extraviadas en el viven de una nota musical que rapsoda no se atrevió a dar, continuamos hacia un futuro que atropella nuestro mundo tan simple como irracional, pero que nadie más se atreve a conquistar.
Estar tan cerca un alma de la otra, (tanto, que al parecer eran parte de una sola) y a la vez tan separadas por la distancia que se empecinó el destino en construir.
Me hacen falta tus señales y el tono suave de tu expresión.
Reclama encaprichado mi corazón, tu sentir y tu pensar.
Mi aliento perdido en tu boca, sucumbe poco a poco con cada soplo que tu ser libera.
¡Malditos pasos que se hicieron tiempo añejado, caminos intransitables y puentes sin terminar!
Barcos sin velas que a la deriva dejaste sin el timón que era tu risa en mí caminar.
Bastiones de lo insondable, cordura ausente, ecos de horas que no regresarán.
Mi mano en tu pecho muere en soledad.
El mismo cielo, la misma luna y tú… que ya no estas.