Esta noche tuve un sueño
placentero y maravilloso,
si fuera realidad, no más podría
sentir más gozo el alma mía.
Me veía de niña
de la mano de mi padre
por una bella playa
descalza caminar.
Nuestros pies desnudos
marcaban las huellas
sobre la dorada arena
a orillas del mar.
Las olas de espumas blancas
mágicas como las hadas,
como si de un juego se tratara
las volvían a borrar.
¡Que ilusión la mía!
¡que felicidad sentía!,
¡que grande y poderosa
me parecía la mar!
Conchas de nácar,
piedras de mil colores
mis pequeñas manos
recogían con afán.
Para guardar como un tesoro
de más quilates que el oro
en la graciosa halda
de mi vestido de percal.
El rumor del agua
con su azul melodía
una bella sinfonía
parecía interpretar.
Yo escuchaba embelesada
viendo las bascas navegar
mientras la brisa cálida parecía
susurrar mi nombre al pasar.
¡Mi padre en un gesto amoroso
en sus brazos me quiso alzar
y me subió tan alto, tan alto
que las nubes podía yo tocar!
Como por una ventana
de entre ellas me asomé
y con gran asombro y regocijo
una bella ciudad divisé.
¡Papá estoy viendo Valencia
con su huerta vestida de primavera,
con los naranjos dorados de la rivera
y el verde esmeralda de las palmeras!
De pronto con gran sobresalto
de aquel hermoso sueño desperté
aunque en aquella playa todavía,
con las olas de la mar bravía
sigue jugando mi niñez.
Y los sueños, sueños son
y se que nunca se harán realidad,
pero esta noche ha querido Dios
que viviera de niña la ansiada felicidad
de sentir de mi padre su abrazo de amor
y contemplar de mi cuna el radiante fulgor.
Fina