Cae el corazón atribulado,
Siempre entreabierto,
Sonrosado,
Como inquieto.
Cae el estuche negro,
El de los pulmones muertos,
Donde están tus versos,
Guardados,
Matando.
El eterno se vuelca en cieno.
Siempre incompleto,
Perturbado.
Cae el cielo embalsamado,
Con un soneto,
Un te quiero,
Con el beso en el costado;
Sonríe el gueto,
Aquél imperio,
Soledad se le ha llamado.
Caemos tú y yo, cariño,
Siempre de la mano,
Con caricias de niños
y el alma intimando.
Cae la realidad otra vez,
Cruelmente despertando,
Un recuerdo, un “¿te vas?”.
Termino cabizbajo,
Siempre esperando.
Con el verso de tajo.