Con resoplar un coito engendrador
los bravos alazanes con largo pelo,
con pequeña alzada duros de freno
caballos para esta guerra Romana,
de sutil fuerza, con mucho poderío
con tu corta lanza por ojos de fiera,
muy pronto se muere en Cantabria
Herdo y Lupo son jefes de guerras,
embutidos en sus pieles de ciervo
andan el monte como sátiro ligero.
Por las trochas montes y los valles
ocultando al aire el ansia de morir,
en consejo de venerables ancianos
los rostros duros como las piedras,
como un pergamino de roble fuerte
confundidos con los ramas y hojas,
en el interior de sus chozos de piel
un guerrero insemina a su hembra,
degustando el ácido y meloso vino
comiendo masa cocida de bellotas.
Las ancianas mujeres lo preparan
con dientes negros como la noche,
ellas mastican esas duras bellotas
sólo para ese hombre de montaña,
niños jugando esta guerra romana
son fuertes rudos jugando a morir,
ruegan a los dioses de la montaña
con su afectiva valeroso ferocidad,
implorando a la hiedra del bosque
criando mandrágora en el helecho.
Para poder sujetar el magnetismo
resguardan a los padres del Cesar,
Lupo un mágico defensor del Saja
tinta su pelo con un rojo remolino,
adornándose con el mágica verdor
acorde con dioses de esa montaña,
en Vellica Lupo luchó contra César
las legiones de miles de centurias,
Augusto furioso, contraataca feroz
sin tregua y sin ninguna clemencia.
--- Fin de la 4ª parte ---
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
22 de noviembre 2013