Oh¡ amigo Huraño y salvaje
que te yergues robusto y solitario
y saltas de repente cual forajido
en la vera de mi camino incierto.
El rocío auroral nutre tus entrañas,
los remolinos lastiman tu sueño;
conversas con el silencio y con la noche
en tu dulce oscuridad de penitentes.
Dios te maldijo en un momento de ira
dándote como castigo la soledad eterna,
veo tu sufrir con mi corazón de poeta
y con mi alma pecadora te bendigo.
Eres espíritu que vaga en quietud,
en el cálido espejismo de un desierto.
Eres mi alma muda y adolorida
que canta su soledad y sus recuerdos.
José Eugenio Sánchez Bacilio ( Jesbac)