Otoño
¡Con qué abanico de colores
alegra la vista el otoño!
cuando son preludio de decadencia,
de una muerte anunciada
y de un devenir prometido.
¿Por qué será tan bello el otoño
si da paso al silencio del sueño
que, no siendo eterno, semeja al fenecer?
¿Será acaso como la hermosura de la vejez
que habiendo dado ya sus frutos
en el verano de la juventud
espera el relevo generacional
para, después de un tiempo hiermo,
renacer, paso a paso, de poco a poco?
Es en el atardecer de la vida
cuando el amor se hace maduro
y tierno, y sin tapujos, y sin adornos,
mostrándose así sincero, de hojas ya desnudo.
Es como dos ancianos
mirándose frente a frente,
sin decirse nada, se lo han dicho todo;
cuando las palabras son un estorbo
y sólo una mirada y un silencio
son capaces de abrazar un universo de amor entero.
Ya no hace falta estorbar al silencio
con el ruido de las palabras que se lleva el viento,
sino dejar que hablen los corazones
a caso, a veces, entrelazadaslas manos.
Yo te miro a ti
y en tus ojos veo mi universo,
y tú, cuando me miras,
ves en mí tu universo entero.
ya no hace falta ni mirar juntos
hacia el mismo horizonte
Porque tú y yo ya somos
un solo corazón en el devenir del tiempo.
¡Qué hermoso el otoño
que da un respiro a la vida
para que el silencio de la tierra
embellezca de colores la vista cansada
de quien ya lo dio todo y no se quedó nada!
Y en el otoño de tu vida
sólo se te preguntará por lo que amaste,
y no por lo que lograste o aparentaste,
sólo por lo que te donaste.