carminha nieves

UNA VENTANA Y UN BALCÓN

 

                                      

 

 

Lluvia mansa, que moja y no se oye. Lejos en una ventana iluminada con  dos velas y flores de Navidad, de bombillas pequeñitas alegraba el edificio.

Casi se podía sentir el calor de aquel piso dentro del coche y tan lejano.

El balcón tenia luces blancas  pequeñitas  con  adornos verdes de acebo.  Intermitentes, no podían pasar desapercibidas. Mientras pude las miré, un calor humano me ha cogido.  Gratificante sentir que aún hay personas que viven la Navidad.

Imaginé como sería el interior, seguro que también tendría un árbol  con lucecitas y adornos.

Me acordé de mi chimenea,  de otras épocas, de otra vida que ya tuve. Aún tengo restos, aun adorno mi casa, El Niño Jesús, no tiene por qué no tener su fiesta. Mal del mundo sí lo olvidamos. Yo no lo puedo hacer, está dentro de mí y para siempre.

Dicen que no se debe vivir de recuerdos, pero vivo el presente bien, con gusto, por poder traerlos  para hoy.

Mezcla de ayer y hoy. Mezcla de lo que ha pasado y paso. Sin comparaciones, solamente sentir que mucho tuve y que tengo. De otra manera  con personas e en casas distintas, sigo mi ritmo de todo coger de lo bueno y sano que la vida contiene.

Torbellino, corriendo de un lado para otro, con papeles, desde hacienda hasta bancos. Sin hablar en el que tengo  en la casa para tenerla limpia y agradable.

Parar es morir, hace falta el frenesí del correr de un lado para otro. Me gusta, hasta el punto de subir las escaleras  mecánicas como si no lo fueran, cansa un poco, pero lo hago.

En medio de esto todo, aun compro mi agua de colonia una pintura para los ojos un gel perfumado para la ducha, un creme igual para el cuerpo. De reojo miro la ropa y elijo mentalmente lo que iré a comprar al día siguiente. No merece la pena decir que en medio de esto paro una docena de veces para saludar y charlar un poco con las  personas que por mi pasan y me conocen hace mucho tiempo.

Creo que mi vida es normal y que para todos algo parecido pasará con ellos.

En realidad, evito tiempos muertos, parados, el reloj no para, por eso mi esfuerzo en acompañar su puntero al segundo.

Antes aun paraba un poco  para hablar con mi familia por MSN. Ahora es más difícil. Solo por Skype. Y me hace falta  esos momentos de placer, los echo de menos. Pero todo cambia y dejamos de tener cosas a que estábamos acostumbrados. Por mí estoy al día, solo espero que ellos se pongan.

Del invierno intento quitar lo mejor que tiene, de sus noches grandes, de los días pequeños. Sentir comodidad  en casa.  Arropar el cuello con la bufanda, sentir la suavidad del abrigo, las manos calientes dentro de los guantes.

 Mirar el vaho, que sale de la boca al respirar  jugando con el frio. Sentir los ojos lagrimeando del viento agreste, las gafas  del aliento toldadas 

El Invierno, es bueno, es distinto, estamos más unidos, pues queremos sentir más calor y se  lo de alguien a quien queremos es  mejor.

Como  una naranja, fuera la vida, no podemos desperdiciar su jugo, aprovecharlo todo es lo que debemos hacer por nosotros mismos.

Porto, 22 de Noviembre de 2013

Carminha Nieves