Lo vi caer tantas veces
y superaba sus caídas…
Todos esos reveses
como que no le dolían.
Se mostró valiente
siempre como un guerrero,
batallando siempre
sin demostrarme miedo.
Siempre conmigo estaba
tras cada caída
y me acompañaba
a mirar la vida.
Y ya hoy vencido
cansado de todo
con su cuerpo aturdido,
me ha dejado solo.
Adiós espejuelos
mis ojos de cristal,
buscaré su relevo
pero olvidarlo: ¡Jamás!
Autor: Aejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela