Morían fieramente, por su libertad
terribles hombres de esa montaña,
donde se disipan las iras de Marte
en altas mesetas y profundo Valle,
entre esos desfiladeros y cañadas
teñidos sus ríos de sangre romana,
batallas de Aracillo, Vellica, Vindio
donde ese Imperio dejó su sangre,
eran titanes por luchar sin treguas
cubierta Cantabria de sus muertos.
Cuando su sangre fluía hasta el río
tiñendo sus aguas con rojo irisado,
engañando a los dioses del arroyo
dejando ese ser al mirar la sangre,
fue una batalla cruel la de Aracillo
muy pocos sobrevivieron su lucha,
porque murieron muchos romanos
entremezclados cuerpos sin soplo,
con armas unos, con veneno otros
miles no vieron el desastroso final.
Donde fracasó la furia y el ingenio
de unos más, de los otros también,
qué gran valor atesora ese pueblo
al saber morir en el lugar que vive,
no quieren vivir esclavos romanos
no servir a los asesinos del pueblo,
se inmolan en ese monte frondoso
aires verdes con libertad suprema,
dejaban sin tener esclavos a Roma
épico final para un pueblo decente.
Negras nubes que cubren la tierra
matando con la fuerza del poderío,
con el aire aquilón y con el Abrego
con tus altos poblados humeantes,
tiñendo con rojo las hojas y ramas
secan la sangre que llora su tierra,
marchitada la flor que le deja savia
olor de muerte que tiene su hierba,
no verán el embrujo de esos valles
de sus cañadas, ríos y torrenteras.
--- Fin de la 6ª parte ---
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
24 de noviembre 2013